“Pero ellos, por envidia, vendieron a José, y él fue llevado a Egipto. Pero Dios estaba con él, así que lo libró de todos sus sufrimientos y le dio sabiduría para congraciarse ante el faraón, quien lo nombró gobernador de su país y de su casa”. Hechos 7:9-10.

Estos versículos son un extracto de la defensa de Esteban, un mensaje extraordinario que no tuvo cabida en los corazones endurecidos de los religiosos judíos. Durante su presentación expone un grave error cometido por los hijos de Jacob. Tal vez en los libros de historia actuales hubieran decidido no mencionar esta parte… Sin embargo, la Biblia siempre nos dice toda la verdad.

Los hermanos de José no podían soportar que él fuera el hijo favorito de su padre. Además, José les contaba los sueños que tenía en donde recibía gloria y reverencia de todos ellos. Llegó un momento en que no lo soportaron más. Cuando estuvieron lejos de Jacob, vendieron a su hermano a unos mercaderes que iban para Egipto. ¡Qué hermanitos!

“Pero Dios estaba con José”. Eso hizo la diferencia. Seguro que conoces su historia. José terminó siendo el gobernador de todo Egipto, el personaje más destacado de esa época.

Después de trece años de aquel día en que fue vendido por sus hermanos, José se encontró con ellos y se cumplió lo que Dios le había hablado a través de sueños. Cada vez que pienso en ese encuentro me pongo en el lugar de José y de los hermanos. ¿De parte de quién estarías? La respuesta correcta la tiene José: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos”. (Génesis 50:20-21).

Dios siempre nos sorprende. Él unió el arrepentimiento y el perdón sinceros y cambió la historia. Hay un reencuentro familiar, un tiempo de restauración y un tremendo plan de Dios para preservarlos por más de cuatrocientos años.

¿Te has sentido como los hermanos de José en algún momento, preguntándote: “Por qué cometí ese terrible error? ¿Podré recuperar a mi familia? ¿Será que me puede perdonar después de lo que pasó?” O tal vez estés en la posición de José, pensando: “¿Qué haría si alguna vez me los vuelvo a encontrar? ¿Cómo voy a reaccionar?”

Dios puede restaurar relaciones rotas si existe verdadero arrepentimiento y perdón de ambas partes. Si tú eres el que debe arrepentirse, hazlo sinceramente. Que tus palabras estén acompañadas de un cambio de conducta real. Si debes perdonar, pídele ayuda al Espíritu Santo para hacer lo que te parece imposible. El Señor es experto en transformar historias dolorosas y darles un final glorioso.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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