“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” 1 Juan 4:18.

¿Qué nos mueve a leer un devocional y pasar tiempo en la presencia de Dios? ¿Por qué oramos, leemos la Biblia, cantamos, ofrendamos, servimos? ¿Cuáles son nuestras verdaderas motivaciones para seguir a Jesús? Estas preguntas son para los verdaderos cristianos, los que han recibido a Cristo como Salvador y Señor de sus vidas.

Muchas veces, y hasta sin darnos cuenta, nos mueve el temor a las consecuencias que vendrían si no hacemos algo espiritual. Muchas personas piensan que si no oran por la comida tendrán una mala digestión, si no leen un versículo al levantarse tendrán el peor día de sus vidas, o si en la semana no hablaron de Cristo a cinco personas su propia entrada al cielo está en peligro. ¿No deberíamos orar por los alimentos porque estamos agradecidos por las bendiciones de Dios? ¿No leemos la Biblia para conocer más al Señor? ¿No les hablamos a las personas de Cristo porque anhelamos que sean salvos y disfruten de una relación maravillosa con Él?

Quizás actuamos por temor mucho más de lo que podamos reconocer. Tal vez hayamos conocido únicamente un aspecto de la persona de Dios: Su justicia; y el pasaje preferido del pastor de nuestra infancia era “Dios es fuego consumidor”. Tal vez así nos relacionábamos con nuestros padres también, de quienes nunca recibimos  un halago o reconocimiento porque solo esperaban que los obedeciéramos. Los hispanos sabemos mucho de actuar movidos por el temor.

¡Pero qué diferente es cuando conocemos profundamente a Cristo! Hasta el concepto de temor a Dios cambia. Ya no es miedo al castigo ni a ser rechazados, sino que el temor a Dios es reverencia, respeto, honra y obediencia por amor. Juan lo expresó claramente: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.”

Necesitamos conocer a Jesucristo en plenitud. Esa debe ser nuestra meta número uno cada día. Cuando descubrimos cuánto nos ama, todo lo que ha hecho para salvarnos, cómo nos involucra en su plan eterno por su gracia, nuestras motivaciones cambian y todo lo que hagamos será por amor. Recuerda que «nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero».

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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