“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.” Santiago 5:18-18.

Cuando estemos en el cielo le vamos a tener que dar gracias a Santiago por recordarnos que Elías era tan humano como nosotros. A veces nos olvidamos de esto porque lo recordamos como el profeta que hizo descender fuego del cielo o que resucitó muertos. Pero él necesitaba tanta paciencia y perseverancia como nosotros. 

Después de tres años y medio de sequía profetizada, Dios le dice a Elías que vuelva a ver al rey Acab y que le diga que iba a llover nuevamente. Una misión nada fácil de cumplir. Este rey junto a su esposa Jezabel se habían conducido siempre con rebeldía, orgullo, y eran idólatras, estafadores y asesinos. Además, no mostraban ningún signo de arrepentimiento como para motivar al profeta a interceder por ellos. Sin embargo, Elías sujeta sus deseos a la voluntad de Dios y se va a orar… hasta que llueva. 

“Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende para que la lluvia no te ataje. Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia.” 1 Reyes 18:42-45. 

Nada sucedió la primera vez que Elías se puso a orar y a clamar a Dios. Ni a la segunda, ni a la tercera, ni a la sexta… Pero la séptima vez su criado ve en el horizonte una pequeña nubecita, tan diminuta como la mano de una persona. ¡Era suficiente para Elías! Sabía que se aproximaba una lluvia torrencial. Una vez más, Dios había contestado su oración.

También nuestra perseverancia en la oración será probada. Nos encantaría tener la respuesta a la primera oración que elevamos a Dios, pero no siempre es así. Muchas veces Dios “retrasa” esa respuesta con un propósito. Puede ser probar nuestro corazón para saber si lo que pedimos está de acuerdo con su voluntad. Otras veces será para probar nuestra fe. O tal vez está preparando la nube para el tiempo y ocasión perfectos. Dios siempre sabe lo que hace, y nosotros debemos ser pacientes y continuar orando hasta que llegue su respuesta.

Pedro dice que Dios “no retarda sus promesas como algunos la tienen por tardanza”. Por eso no dejes de clamar y esperar en el Señor, porque si te ha dicho que enviará “lluvia”, solo es cuestión de tiempo. 

Cuando veas la nubecita… ¡apresúrate porque la promesa se cumplirá!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

compartir por messenger
compartir por Whatsapp