“Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada”. Jeremías 20:11.

Jeremías había sido llamado por Dios desde niño para hacer una tarea dura con una congregación difícil. Su oficio era sacerdote, pero su ministerio profeta. Dios le pidió que denunciara el pecado del pueblo. Ya no soportaba más la idolatría, el adulterio, el asesinato, la corrupción, la violencia y el abuso. Lo que les esperaba era un juicio severo a través de la deportación a Babilonia.

Jeremías diariamente le rogaba a la gente que se arrepintiera de sus pecados sin resultados. No solo eran indiferentes a la palabra de Dios sino que conspiraban contra él para matarlo. Observa lo que dice en el versículo 10: “Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle. Todos mis amigos miraban si claudicaría. Quizá se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza”. Los enemigos pensaban que la única manera de deshacerse del mensaje profético era matando al profeta.

Jeremías estaba rodeado de personas, pero estaba solo. Creo que tú sabes la diferencia. Nadie tenía su mismo corazón, nadie quería buscar a Dios y obedecerle. Los que antes se llamaban “amigos” ahora solo estaban allí para ver si claudicaba. En medio de esa angustia, Jeremía levantó sus ojos al cielo y exclamó: “¡Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante!”

La palabra “gigante” en hebreo es guibbor que significa “guerrero, esforzado, de gran vigor, poderoso, valiente”. No hace alusión al tamaño sino a la capacidad de crecerse en las batallas, ser un héroe invencible. Es la misma palabra que menciona Isaías 42:13: “Jehová saldrá como gigante, y como hombre de guerra despertará celo; gritará, voceará, se esforzará sobre sus enemigos.”

Muchas veces nosotros pasamos por momentos de incertidumbre, soledad, somos el centro de rumores, injurias, chismes y nos sentimos peleando batallas que no hemos escogido. En medio de esas situaciones es donde podemos clamar a Dios por su ayuda, pero debemos hacerlo con fe, sabiendo quién es realmente nuestro Dios, el que se “engrandece en las batallas”.

¡Él es el Poderoso Gigante que pelea por ti!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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