“¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno? Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad”. 2 Corintios 11:29-30.

Cuando leemos las historias del apóstol Pablo, las formas poderosas en que Dios lo usaba, pensamos que solo le faltaba una capa roja para ser un superhéroe. Sin embargo, el apóstol siempre se mostró tal cual era, sin esconder sus debilidades.

La palabra debilidad en griego es astheneia que significa “carencia de fortaleza, falta de fuerza, incapacidad de producir resultados, propenso a sufrimientos físicos, fragilidad”. En otras palabras, el apóstol Pablo estaba lleno del Espíritu Santo y de poder, pero seguía siendo un ser humano tan frágil como nosotros.

Pablo nos cuenta que él también se enfermaba. Uy… ¿Alguien que es usado para sanar a otros se puede enfermar? ¿Por qué no oró por él mismo para ser sano? Bueno, aparentemente había orado por lo menos tres veces por una situación en particular (2 Corintios 12:7-10) y la respuesta de Dios fue: “Bástate mi gracia porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Dios tenía un propósito mayor que la sanidad.

El Señor puede hacer cosas extraordinarias a través de nosotros, capacitarnos con su poder para trasladar los montes al mar, resucitar muertos, pero nunca dijo que nuestros cuerpos sería inmortales mientras vivamos en este mundo.

¿Dios es poderoso para sanar? ¡Por supuesto! Pero también seguimos siendo vulnerables. La buena noticia es que Dios se mueve en medio de nuestra vulnerabilidad. El Señor puede hacer mucho más a través de alguien débil que depende de Él, que de alguien autosuficiente.

Si te sientes tan frágil como una vasija de barro, bienvenido a las manos del Alfarero. Estás siendo moldeado perfectamente para los propósitos que Dios espera cumplir en y a través de tu vida.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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