“Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!” Números 11:4.

Durante esta pandemia, estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para evitar contagiarnos de Covid. Usamos mascarillas, hand sanitizer, nos lavamos las manos con mucha frecuencia, practicamos la distancia social. Sabemos que el Señor nos cuida, pero cumplimos con nuestra parte actuando responsablemente.

Ojalá nos cuidáramos de la misma manera para no ser contagiados de codicia e ingratitud, que también son mortales, pero para el espíritu. Le pasó al pueblo hebreo cuando salió rumbo a Canaán. En un momento, algunos egipcios que se habían unido al pueblo, comenzaron a avivar un deseo desenfrenado por comer carne. Cuando empezaron a recordar las barbacoas de Egipto se les hizo agua la boca… y se les derritió el espíritu. Este deseo los llevó a otros pecados como la murmuración, la queja, el descontento, a tal punto que “oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda” (v.10). Increíble, llorar al recordar una comida cuando todos los días tenían pan del cielo.

“Vivo deseo” en hebreo es avá taavá, que significa “codicioso anhelo, querer algo con vehemencia, incitado por un apetito de la carne”. Un grupo minoritario contagió a un pueblo de casi tres millones de personas y sufrieron las consecuencias.

En su misericordia, Dios les envió milagrosamente tantas perdices que el pueblo tuvo comida para ¡un mes entero!, pero se desenfrenaron y quisieron comerlo todo en una cena. Imagínate la indigestión y los problemas que eso acarreó. Además los codiciosos sufrieron una plaga mortal terrible. El lugar donde sepultaron a todos los que murieron ese día lo llamaron “Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso” (v. 34).

Pablo nos recuerda en 1 Corintios 10:6: “Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron”. Hay muchas personas que pueden despertar en nosotros algún “vivo deseo” para codiciar cosas que no nos edifican o que no están de acuerdo con la voluntad de Dios.

Si estás rodeado de ese tipo de personas, recuerda lo que Dios le dijo a Jeremías: “Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos” (Jer. 15:19). ¡Contagia el contentamiento, la generosidad y el ser agradecido por las muchas misericordias que el Señor renueva cada día en tu vida!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

compartir por messenger
compartir por Whatsapp