“Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. Entonces él se acercó, la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.” Marcos 1:30-31.

La suegra de Pedro se encontraba muy enferma y él se acercó a Jesús para pedirle que la sanara. Entonces el Señor la tomó de la mano y la levantó. La fiebre desapareció inmediatamente. En ese mismo momento, leemos en la Palabra de Dios, ella comenzó a servirles.

Jesús sanó a mucha gente, pero muy pocos se concentraron en servirle después de la sanidad. La mayoría corría a disfrutar lo que antes no podían hacer. En cierta ocasión Jesús sanó a diez leprosos y solo uno, alguien que no pertenecía al pueblo de Dios, volvió agradecido. Es muy llamativa la pregunta que le hace el Señor: “¿Y los nueve dónde están?” Los ibas a encontrar en cualquier lugar menos agradeciendo, adorando y sirviendo a Jesús.

La actitud de la suegra de Pedro nos enseña cómo actúa un corazón lleno de gratitud: sirviendo. Hoy en una sociedad egoísta, ambiciosa por alcanzar logros personales, que piensa solo en su propia comodidad, servir a Jesús y a los demás parece cosa de otra época, pero la realidad es que un cristiano que ha sido bendecido por Cristo anhela servir.

El Señor Jesucristo se humilló, renunció a sus derechos y obedeció al Padre hasta el punto de morir en la cruz. Servir comienza con la misma actitud. Cuando tú obedeces a Dios y sirves a los demás con alegría, ejemplificas la actitud de Cristo e inviertes en algo de valor eterno.

Si esperamos mantener siempre una actitud de agradecimiento, debemos encontrar una motivación firme, y esa es Cristo mismo y todo lo que Él hizo y hace por nosotros.

¿Qué ha hecho el Señor por ti? ¿Puedes expresar agradecimiento por eso? No hay mayor satisfacción que servirle con gozo al Salvador de tu vida.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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