“Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba. Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto.  Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía… Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho?” 1 Samuel 13:8-11.

El rey Saúl debía esperar a Samuel, ya que solo los sacerdotes podían ofrecer sacrificios. Pero Saúl miró las circunstancias a su alrededor, se asustó y decidió encargarse de eso personalmente. Resultado: su impaciencia lo llevó a tomar una decisión fuera de la voluntad de Dios y esto le costó su reino. Los costos de la impaciencia son siempre más altos que los beneficios que pensamos que podemos obtener ignorando la voluntad de Dios.

¿Alguna vez haz considerado lo que revela la impaciencia acerca de nuestra actitud hacia el Señor?

Orgullo. Si lees las historias de Saúl verás que solo quería quedar bien ante los ojos del pueblo. Buscaba el reconocimiento y la adulación. Ser aprobado. Él creía que estaba por encima de todos, incluso de Dios. Prov. 16:18: «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería el fracaso». Los orgullosos pocas veces se dan cuenta de su problema, a pesar de que quienes los rodean están muy conscientes de ello.

Sabios en nuestra propia opinión. Podemos llegar a pensar que manejamos el tiempo mejor que Dios. Que podemos ayudarlo con sus “retrasos”. Que si Él no hace lo que dijo que iba a hacer, nosotros podemos encargarnos. Ser sabio en su propia opinión llevó a Saúl a tomar el lugar del sacerdote, cosa que Dios había prohibido, y sufrió las consecuencias. Prov. 3:7: «No seas sabio en tu propia opinión; teme a Dios y apártate del mal».

Independencia. Presta atención a las palabras de Saúl: “Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto”. “No he implorado”, “me esforcé”, “ofrecí”. ¡Qué ciego estaba al pensar que podía ignorar a Dios!

Muchas veces nosotros sabemos por la Palabra de Dios lo que es correcto, pero las presiones de los demás, los plazos que nos imponen, la ayuda que no llega, nos impacienta y empezamos a tomar decisiones fuera de la voluntad del Señor.

La madurez espiritual se manifiesta en la capacidad de esperar con tranquila confianza, teniendo fe de que, en el tiempo de Dios, llegarán las respuestas que necesitamos.

No sigamos el ejemplo de Saúl o viviremos con consecuencias dolorosas. En cambio, tomemos ejemplo de David, el rey que sustituyó a Saúl: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios”. Salmo 40:1-3.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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