“Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?” Isaías 51:11.

En este capítulo, Isaías menciona que el pueblo de Dios estaba siendo presionado por personas que se oponían a los planes del Señor. En ese momento reciben esta palabra de Dios: “No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes” (v. 7). Dios sabía lo que estaban pasando, y la presión que estaban sufriendo tenía un límite, no iría más allá de lo que Él permitiera.

Para animar a su pueblo les dice que Él es su “Consolador”. Esta palabra en hebreo es nakjám que significa “aliento, aliviar, moverse por misericordia”. Ellos debían recordar que nunca estarían solos. Dios les daría las fuerzas para levantarse, el valor para enfrentar las presiones y avanzar, y el ánimo para mantenerse confiados.

Antes de ascender a los cielos, Jesús les dijo a sus discípulos que les convenía que Él se fuera para poder enviar al Consolador. Después de Pentecostés, el mismo Dios Consolador de los tiempos antiguos sigue con su pueblo. El Espíritu Santo ahora habita en cada uno de los que recibieron a Cristo como Salvador de sus vidas.

¿Te sientes presionado en este momento por personas o circunstancias difíciles? Dios sabe por lo que estás pasando. Él es tu Consolador, el que te sostiene para que no resbales, el que te levanta si has caído, el que te protege durante los tiempos más oscuros, el que te da paz sobrenatural.

La ayuda que el Señor nos brinda es personal, continua y está siempre a nuestro alcance. Recibimos su consuelo por medio del Espíritu Santo, quien vive en nosotros y es suficiente para satisfacer cualquier necesidad.

“En el día que temo, yo en ti confío… En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?” Salmo 56:3-4.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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