“Todos los días te bendeciré, por siempre alabaré tu nombre. Grande es el Señor, y digno de suprema alabanza; su grandeza es inescrutable.” Salmo 145:2-3.

¿Cómo empezaste la mañana? ¿Tuviste una mala noche? ¿Te despertaste pensando en los problemas que tienes que resolver? Si no comenzaste bien tu día, es momento de enderezar el rumbo.

El salmista David nos recuerda que lo mejor que podemos hacer es “bendecir cada día a Dios”. La palabra “bendecir”, en hebreo barak, significa “arrodillarse en actitud de adoración y agradecimiento”, pero también se usaba para “saludar, dar la bienvenida”. ¿No crees que puedes darle la bienvenida al Espíritu Santo cada mañana y entregarle el control de tu vida para que te guíe?

Recuerda que es David el que escribió estos versículos. Si lees detenidamente todos sus Salmos notarás que tuvo días en que se sintió solo, inseguro, angustiado, con temor. En otras palabras, era tan humano como nosotros.

Sí, es difícil bendecir cuando tus amigos te traicionan, tus familiares más íntimos te abandonan, tus hijos te rechazan, y todo el mundo se vuelve en tu contra. David experimentó todo esto en carne propia, sin embargo, había resuelto bendecir a Dios cada día pase lo que pase.

¿Por qué era tan fuerte su determinación? Porque conocía a Dios, sabía en Quién creía y lo que podía hacer. Él podía decir: “Grande es el Señor, y digno de suprema alabanza; su grandeza es inescrutable.” Dios es más grande que nuestros problemas, es más grande que nuestras necesidades, es más grande que nuestro enemigo, ¡y su grandeza es inescrutable! Esta palabra en hebreo es áyin-kjéquer que significa “aquello imposible de comprender o de conocer dada su profundidad, infinito”.

¡Cómo no bendecir al Dios que hace grandes cosas, al que es Inigualable, Eterno, Todopoderoso! Hoy nos postramos delante de Él para reconocer su grandeza y darle la gloria que merece por siempre.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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