“Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro. En tu nombre se alegrará todo el día, y en tu justicia será enaltecido.” Salmo 89:15-16.

Es muy feliz el pueblo que sabe “aclamar” a Dios. Esta palabra en hebreo es teruá que significa “estruendo de alegría o grito de batalla, específicamente con toque de trompetas; júbilo, pregón, vocerío.” Si lees detenidamente la definición te darás cuenta que no es una acción silenciosa, apagada. Es una alabanza que otros pueden escuchar. No se refiere solo a la aclamación del pueblo de Dios en la iglesia una vez por semana, sino a la actitud diaria del corazón de cada persona que pertenece al pueblo de Dios.

Vivimos en una época en donde el sistema que rige este mundo trata de silenciar las voces de los que quieren alabar a Jesucristo. El Señor muchas veces mencionó que el mundo nos aborrecería, pero eso no debería impedir que sigamos aclamando a nuestro Dios.

El que alaba al Señor anda “a la luz de su rostro”, es decir, le conoce más profundamente, tiene un diálogo permanente e íntimo y en consecuencia sabe tomar decisiones que honren Su nombre.

El salmista destaca que el que sabe aclamar a Dios “se alegrará todo el día”. La alabanza nos ayuda a mantener nuestra atención en el Señor, por lo tanto, aunque lleguen desafíos, sabemos Quién es el que nos está guiando y lo que puede hacer por nosotros. Alabar al Señor no solo llena nuestro corazón de gozo, sino que fortalece nuestra fe y nos da paz.

El que alaba a Dios descansa en la soberanía y la justicia de Dios. Diariamente enfrentamos situaciones injustas, pero cuando confiamos en Dios, sabemos que Él nos hará justicia. Esa es la promesa para todo aquel que primero se humilla y depende del Dios Justo.

Comienza tu día alabando al Señor por sus obras, por sus hechos maravillosos. Si lo haces, eres bienaventurado.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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