“Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. 1 Samuel 16:6-7.

Samuel era un hombre de Dios, consagrado a Él desde antes de nacer. Desde niño supo escuchar a Dios y obedecerlo. Su mayor deseo era agradarlo en todo. Sin embargo, era un ser humano con debilidades e imperfecto como tú y yo. El pasaje que acabas de leer nos muestra el momento en donde debió aprender una importante lección.

Samuel había ido a la casa de Isaí por mandato de Dios. En ese hogar encontraría al próximo rey de Israel. Entonces comenzaron a pasar delante de él los siete hijos de Isaí, uno más apuesto que el otro, de buena estatura, músculos desarrollados, tal vez con voces potentes. Al llegar el primogénito, Samuel pensó: ¡Este es el ungido de Dios! Tenía todo el biotipo para serlo, pero Dios estaba viendo el “cardiotipo” (acabo de inventar esta palabra). Al Señor le importaba el corazón.

Ninguno de ellos era el elegido por Dios. Samuel se sentía desconcertado. Entonces le preguntó a Isaí si tenía más hijos, y la respuesta fue: “Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él…” (v.11). Y así fue que esperaron hasta que viniera David, el “descartado”. Y cuando llegó David, Dios le dijo a Samuel: “Levántate y úngelo, porque éste es. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David…” (vs. 12-13).

¿Existen estereotipos para reconocer a los ungidos de Dios? ¿Cómo deberían ser? ¿Bien vestidos y bien peinados, con el ceño fruncido, con voz fuerte, que usen un vocabulario grandilocuente y que tengan muchos “seguidores”? En serio, ¿cómo deberían ser?

Para Dios hay un solo punto importante: Tener un corazón como el suyo, lo demás es secundario. Incluso la capacitación, ya que el que está ungido por Dios, también es capacitado por su Espíritu y los resultados son evidentes en su vida. “Por sus frutos los reconoceréis”, nos advirtió el Señor Jesús.

Los que tienen un corazón como el de Dios son humildes, reconocen sus propias necesidades ante Él, se muestran humanamente vulnerables pero divinamente poderosos, viven lo que predican, actúan como lo haría Jesús, están alertas ante cualquier pecado en sus vidas y buscan crecer en santidad. Algunos predican desde un púlpito, otros mientras trabajan, estudian, conversan con amigos, crían a sus hijos o suplen necesidades para la gloria de Dios.

Dios sigue buscando personas como David, con corazones sensibles y deseosos de obedecerle. ¿Eres tú a quien el Señor está buscando?

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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