Toda relación se construye, disfruta y fortalece a través de la comunicación. Como hijos de Dios, tenemos la oración como el recurso más valioso para acercarnos en todo momento a Él.

Hebreos 10:19-22 dice: “Así que, amados hermanos, podemos entrar con libertad al Lugar Santísimo del cielo por causa de la sangre de Jesús. Por su muerte, Jesús abrió un nuevo camino, un camino que da vida…Ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que gobierna la casa de Dios, entremos directamente a la presencia de Dios con corazón sincero y con plena confianza en él”.

Este es uno de los privilegios más grandes que tenemos, por eso, cuando nuestra vida de oración se debilita y dejamos de acercarnos al Señor, sufrimos pérdidas importantes.

Pérdidas en nuestra relación con Dios.

– Cuando dejamos de orar nuestro conocimiento de Su persona es limitado.

– La perspectiva espiritual de lo que sucede a nuestro alrededor se comienza a distorsionar porque empezamos a ver las cosas desde un punto de vista natural, humano, y entonces nuestra fe no se desarrolla como debería.

– Perdemos dirección espiritual. De Dios tenemos la dirección que necesitamos para tomar buenas decisiones. Él nos dice: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar” (Sal. 32:8).

– Dejamos de sentir lo que Dios siente por aquellos que aún no le conocen.

Pérdidas en nuestra alma.

– Si dejamos de orar ya no vamos a experimentar el amor, la paz y la seguridad de Dios como antes porque esto es el resultado de nuestra relación con Él. Para un niño, el lugar más seguro siempre serán los brazos de sus padres no importa cuán fuerte sea la tormenta.

– Perdemos terreno que le habíamos ganado a nuestras debilidades ya que la fuerza para vencer la recibimos del Espíritu Santo. 

Pérdida de bendiciones.

– Los suministros espirituales para los tiempos de prueba están disponibles para los hijos que piden, que buscan y que llaman. Esto es posible a través de la oración.

– Cuando no oramos el cielo está cerrado. Las bendiciones están listas, pero hay una pausa en la entrega porque no hay peticiones hechas con fe.

– Dejamos de ser canales para convertirnos en lagunas. La laguna es una masa de agua estancada, recibe pero no tiene desembocadura, no da. Cuando dejamos de orar, perdemos la oportunidad de bendecir a otros.

Nuestro Padre celestial siempre está listo y deseoso de que vayamos a Él, porque no solo nos escucha, sino también nos quiere hablar. Los encuentros con el Señor son los que hacen la diferencia en nosotros cada día.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

 

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