“En días de adversidad”

“¿Por qué he de temer en los días de adversidad, cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare?” Salmo 49:5.

Hay días que quisiéramos que nunca lleguen. Preferimos escondernos, irnos al otro extremo del mundo y no tener que lidiar con los problemas que se avecinan o desafíos que parecen superarnos. A esos días el salmista los define como “de adversidad”. En hebreo es la palabra rah que se traduce primeramente como “malo”, sin embargo tiene muchas acepciones que detallan como pueden ser esos días: “Aflicción, agravio, calamidad, calumnia, desastre, desgracia, difícil, doloroso, duro, fastidioso, injusto, malestar, malicia, molesto, penoso, terrible, triste”. Creo que todos hemos pasado algún “día de adversidad”, pero ¿cómo lo afrontamos?

A los días de adversidad hay que enfrentarlos en oración. Dios puede mostrarnos el propósito por el cual enfrentamos esa época difícil y la salida que tiene preparada. “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”. (Jeremías 33:3).

A los días de adversidad hay que enfrentarlos con fe. El salmista se pregunta: ¿Por qué he de temer? No está diciendo que tiene temor, sino que se dice a sí mismo: “No tienes por qué sentir miedo. ¡Vives bajo el cuidado de Dios! Cuántas veces el Señor intervino en una situación que parecía no tener solución.

A los días de adversidad hay que enfrentarlos con valentía. Son días que sirven para saber cómo está nuestra fe, nuestra dependencia, nuestro sometimiento a los propósitos perfectos de Dios. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”. (2 Timoteo 1:7).

A los días de adversidad hay que enfrentarlos con el poder del Espíritu Santo. Todos los recursos que necesitamos para vencer vienen de Él. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Zacarías 4:6)

Recuerda que hemos sido redimidos por Cristo, le pertenecemos a Él y ha prometido estar con nosotros todos los días. Nuestras vidas están en sus manos. “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza”. (Salmo 62:5).

Pastor Pablo Giovanini

compartir por messenger
compartir por Whatsapp