“Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo.” 2 Reyes 2:21-22.

Los profetas que vivían cerca de Jericó se acercaron a Eliseo y le dijeron que, aunque la ciudad donde vivían era buena, el suelo era estéril porque el agua era mala. Aunque plantaran las mejores semillas y pusieran el mejor abono, nada crecería allí.

Para que esas aguas fueran sanadas, Eliseo hizo algo extraño, echó sal, pero no en cualquier lugar sino en los manantiales, es decir, en el lugar desde donde surgía el agua. Había que ir a la raíz del problema. Entonces Dios hizo el milagro y los profetas pudieron vivir en esa ciudad.

Esta historia tiene una importante lección espiritual. Si queremos solucionar un problema, pero no tratamos el “manantial”, cualquier esfuerzo será en vano. Para que se produzcan cambios en nuestra vida debemos enfocarnos en nuestro corazón. Jesús lo dijo de esta manera: “Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. (Mateo 15:18-19).

Escuché la historia de una persona que cuando oraba en la iglesia siempre repetía lo mismo: “Señor, ¡quita las telarañas que atrapan mi corazón!”. Un día, un hermano, cansado de escuchar esta frase por tanto tiempo, puso una mano en su hombro y oró por él diciendo: “Señor, ¡quita las arañas de su corazón!”

Tratar de “portarnos bien” en nuestras propias fuerzas funcionará por poco tiempo. Los cambios reales en nuestro carácter y conducta comienzan cuando permitimos que el Espíritu Santo trabaje en nuestro corazón. Como sabemos, Él no pone parches, hace todo nuevo, por lo tanto los resultados estarán a la vista. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” (Gálatas 5:22-23).

Si todavía estás luchando con algún aspecto de tu carácter, ve a la raíz del asunto y somételo al Espíritu Santo. La amargura, el resentimiento, la ira, la envidia, los celos, la lujuria, la avaricia solo pueden ser controlados por Él. «Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.» (Gálatas 5:25). ¡Permítele trabajar en tu corazón y verás lo que puede hacer!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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