“Y estuvo el arca de Jehová en casa de Obed-edom geteo tres meses; y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa.” 2 Samuel 6:11.

El arca de Jehová era también llamada el arca de la presencia de Dios. La construyó Moisés cuando hizo toda la obra del tabernáculo. Cuando Israel conquistó Canaán, en tiempos de Josué, el tabernáculo quedó situado en Silo y permaneció incluso hasta el tiempo del rey Saúl.

David sabía que el arca significaba contar con la misma presencia de Dios y se propuso traerla a Jerusalén donde estaba reinando. Pero la forma que usó para trasladarla no era la permitida por Dios, por lo que una de las personas que la cargaba murió fulminado por tocarla. Fue un día de temor y angustia y David decidió dejarla en la casa de Obed-edom.

El arca quedó en la casa de este levita y resultó que al poco tiempo comenzó a prosperar. Sus rebaños se multiplicaban, todo lo que sembraba crecía. Si lees su biografía sabrás que tenía muchos hijos y todos le servían a Dios. “Los hijos de Obed-edom: Semaías el primogénito, Jozabad el segundo, Joa el tercero, el cuarto Sacar, el quinto Natanael, el sexto Amiel, el séptimo Isacar, el octavo Peultai; porque Dios había bendecido a Obed-edom. Semaías hijo de Obed también tuvo hijos que fueron jefes de la familia de sus padres. Eran hombres muy valientes y esforzados… Todos estos eran descendientes de Obed Edom. Todos ellos, con sus hijos y hermanos, eran sesenta y dos hombres robustos y fuertes para el servicio.” (1 Crónicas 26:4-6,8).

¡Cuánta bendición para esta familia! El secreto radicaba en… Bueno, ¡no era ningún secreto! ¡El arca de la presencia de Dios residía en su hogar! Cuando David se enteró de esto, estudió en la Palabra cómo debía trasladar el arca y así lo hizo. Ahora todo Israel recibía bendiciones.

¡Qué bueno que ya no necesitamos un arca física para ser bendecidos! Ahora somos bendecidos por Jesucristo. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. (Efesios 1:3).

Pero las bendiciones de Dios son consecuencia de nuestra relación con Él. Todo comienza con una vida de comunión diaria con el Señor. ¡Qué diferente sería el ambiente en nuestros hogares si todos vivieran conscientes de la presencia de Dios en nuestra casa!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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