“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.” Deuteronomio 8:2-3

Todos pasamos por lo que solemos llamar “desiertos” en nuestra vida. Cuando vemos que algo no está funcionando como esperábamos, cuando no tenemos respuestas a nuestras peticiones, cuando no escuchamos la voz de Dios como quisiéramos, cuando nos abruma el sentimiento de soledad, decimos que nos encontramos en un desierto.

Israel pasó literalmente por el desierto. Un viaje de pocas semanas terminó extendiéndose por cuarenta años, tiempo en el que Dios cumplió varios propósitos en su pueblo.

Lo mismo sucede con nosotros, durante esos tiempos Dios trabaja en nuestras vidas. Por ejemplo:

– Ver cómo reaccionamos ante las dificultades. Dios usa la palabra “afligirte” que en hebreo significa “poner en aprietos, estar estrecho”. Cuando pasamos por tiempos de estrechez, aprendemos a depender más de Dios, a vivir en humildad, a renunciar a nuestros derechos para que Dios nos gobierne.

– Separar lo valioso de lo inservible. Otro propósito del desierto fue “probar”. Esta palabra en el original significa “refinar, comprobar, fundir”. Cuando los metales preciosos se someten al fuego intenso, la escoria se separa del metal refinado. Hay perfeccionamiento, mayor pureza, alta calidad.

– Saber lo que hay en nuestro el corazón. Dios conoce lo que hay en nuestro corazón, pero el permite muchas veces el “desierto” para que nosotros veamos lo que realmente hay en él. En momentos de presión afloran heridas, resentimientos, amargura. Los desiertos nos muestran los aspectos de nuestra vida que todavía deben ser transformados.

– Aprender a conducirnos de acuerdo con lo que dice la Palabra de Dios. “Para hacerte saber que… de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre”. Jesús también pasó por desiertos y siempre respondió de acuerdo con la voluntad del Padre. En el desierto aprendemos que la Palabra de Dios es la que debe regir nuestras vidas.

Dios está formando y perfeccionando a los que, por la fe, alcanzarán sus promesas. Si estás atravesando un desierto, recuerda que no es un tiempo muerto, hay propósitos que se están cumpliendo en tu vida y nunca más serás el mismo.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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