“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.” Eclesiastés 12:13

“Yo sería feliz si tuviera…” Y añade a la frase los deseos más variados e inverosímiles. Hay personas que creen que serían más felices si tuvieran más dinero, una casa más grande, un automóvil nuevo, un trabajo diferente, fama y popularidad, poder, más conocimiento, otro cónyuge… ¿Cómo terminarías tú esta frase?

Entre los muchos propósitos que tiene el libro de Eclesiastés, uno de ellos es ayudarnos a entender que nunca nadie se sintió “realizado” por tener todo lo que deseaba. Salomón es el mejor ejemplo. Él se ocupó de satisfacer todos sus deseos. Tuvo caballos y carruajes de todo tipo y para todos los gustos. Comida en abundancia preparada por los mejores chefs. Levantó los edificios más modernos de la época. Incluso tenía tanto oro que ya no sabía qué hacer con él. Sin embargo, aun teniendo todo lo que deseaba, concluyó que: “Todo es vanidad”.

Entonces, ¿dónde está el secreto de la verdadera felicidad? El mismo Salomón nos da la respuesta: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos”. ¿En serio? ¿No es acaso lo primero que debemos hacer? Él mismo comenzó el libro de Proverbios diciendo: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. Eso significa que Salomón, después de haber logrado tantas cosas, volvió a donde había comenzado: Temer a Dios y guardar sus mandamientos. Punto final. Se acabó el discurso. No hay nada más que agregar.

La palabra hebrea para “temer” es yaré, que significa “reverenciar, asombrarse, maravillarse, temible”. Debemos rendirnos ante Dios, hacerlo Señor y dueño de nuestra vida, darle gloria. Además, debemos “guardar sus mandamientos”. Hacer su voluntad debería ser nuestro mayor gozo.

Salomón nos recuerda que un día compareceremos ante el Señor para rendir cuentas de nuestra vida. “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” (Eclesiastés 12:14). Eso también debería hacernos pensar, y mucho. Salomón desperdició su vida, terminó alejado de Dios adorando a los ídolos de sus mujeres; aunque tal vez, y solo tal vez, este último pasaje de Eclesiastés nos indique que al final se arrepintió de haber malgastado su vida.

Cambiemos el “si yo tuviera” por “ya tengo… ¡al Dios más maravilloso que pudiera haber encontrado!” De Él viene todo lo que necesitamos en esta vida y por la eternidad. ¡Yo ya tengo todo lo que necesito! ¡Soy un bienaventurado! ¿Y usted?

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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