“Cuando yo decía: Mi pie resbala, tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba.” Salmo 94:18.

Los que vivimos en New England sabemos lo que significa resbalarse. Estoy seguro que más de una vez hemos experimentado el efecto del hielo en nuestro cuerpo. Nos ponemos las mejores botas antideslizantes, nos agarramos de todo lo que podemos, caminamos como si fuéramos equilibristas, pero en un segundo terminamos en el suelo. Cuanto más confiados estamos, más probable es que nos resbalemos.

El salmista, en el v. 18, no dice “si yo resbalase” como una posibilidad remota. No, él está afirmando que hubo momentos en que su pie resbalaba. La palabra hebrea para “resbalar” es mot que significa “deslizarse, sacudir, caer, temblar, titubear”. Hum… creo que sabemos a qué se refería.

Tenemos claro que debemos permanecer firmes en el camino del Señor. Cuando descubrimos el sendero que nos conduce a la vida eterna y experimentamos la presencia de Dios, no queremos salirnos de este camino. Pero esto no significa que nunca vayamos a tropezar o resbalar. A veces ponemos nuestra mirada en otro lado, algunas dudas comienzan a infiltrarse en nuestra mente, la impaciencia nos juega una mala pasada, la autosuficiencia hace de las suyas y tropezamos en la fe.

Cuando éramos niños e íbamos de la mano de alguien que nos cuidaba, muchas veces tropezábamos pero no nos caíamos. Esa mano fuerte nos sostenía. Pero cuando corríamos por nuestra cuenta y tropezábamos, terminábamos con alguna herida. No es lo mismo resbalar solos que de la mano del Padre. “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10). El salmista usa la misma palabra que usó Dios en Isaías: “Sustentado”. En hebreo es saád, que significa “sostener, respaldar, confirmar, confortar”.

Si pensabas que nunca ibas a resbalar pero pasó, Dios lo sabe. Sin embargo, Él no te dará la espalda sino que extenderá su mano para levantarte. No habrá reproches ni condenación. Te ofrecerá una vez más su perdón. Recuerda lo que dijo el salmista: “Tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba”. Jamás decaen sus misericordias, al contrario, cada día se renuevan.

Revisa a qué está “aferrada tu mano”, si a las posesiones materiales, a promesas humanas, a personas, a recursos terrenales… o a Dios. Si estás fuertemente tomado de la mano del Señor, quizás resbales, pero nunca te dejará caído. “Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano.” (Salmo 37:24). ¡Gracias Señor por sostenernos de tu mano!.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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