“HAZLO DE NUEVO”

Hace algún tiempo escuché esta historia. En 1940, el Dr. J. Edwin Orr, profesor de teología, llevó a un grupo de estudiantes de Wheaton College a Inglaterra. Como parte del programa recorrieron varios lugares que tenían mucho significado en la historia de la Iglesia. Una de sus paradas incluyó la Epworth Rectory, que fuera el hogar de John Wesley, uno de los hombres que enseñó, predicó y oró por un avivamiento en Inglaterra y EE.UU.

En 1900 se produjo ese avivamiento. Los cielos parecían abiertos de una manera poderosa y miles aceptaron a Cristo como su Salvador. Fue por personas como Wesley que oraba de rodillas pidiendo que Dios se moviera.

Así que los estudiantes del profesor Orr visitaron y recorrieron la casa. Al llegar al dormitorio, uno de los estudiantes notó dos impresiones sobre el suelo hundido al lado de la cama y preguntó de qué se trataba. El profesor le comentó que indicaban el lugar donde Wesley se arrodillaba por horas para orar por un avivamiento.

Cuando los estudiantes regresaron al bus, el Dr. Orr notó que faltaba un estudiante. Al volver al cuarto lo encontró de rodillas sobre las impresiones del piso hundido y le escuchó orar: «¡Oh Señor, hazlo de nuevo y comienza conmigo!» El profesor se acercó, puso una mano sobre el hombro del joven y le dijo: “Es tiempo de irnos”. Levantándose Billy Graham, se unió al resto de sus compañeros. Y luego… ¡Dios lo hizo de nuevo!

Al leer sobre la vida de este hombre o de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia le pidieron al Señor ser sus instrumentos, me preguntaba: ¿Qué pasaría si muchos de nosotros nos levantáramos una mañana y le dijéramos al Señor: “Hazlo de nuevo y comienza conmigo”?

A veces pienso que cada hijo de Dios es como un grano de maíz, tenemos el potencial de “estallar”, pero al no permitir que el poder de Dios se libere en nuestras vidas seguimos siendo solo semillas.

Nunca se preguntó cómo Moisés pudo conducir por el desierto a un pueblo de más de 3 millones de personas; o como Elías hizo descender fuego del cielo; o como un joven muchachito llamado David pudo derribar a un gigante con una sola piedra; o como un rústico pescador llamado Pedro fue capaz de levantarse frente a una audiencia de miles y hablarles como si hubiera obtenido un doctorado en teología; o como un perseguidor de cristianos llamado Pablo se convirtió en el autor de trece de los veintisiete libros del Nuevo Testamento. Sin duda, no fueron sus capacidades o recursos personales los que hicieron eso, fue el Espíritu Santo obrando a través de ellos.

Charles Spurgeon dijo una vez que: “Sin el Espíritu de Dios nada podemos hacer. Somos como barcos sin velas, o carrozas sin caballos. Nos marchitamos como ramas sin savia, y como el carbón sin el fuego nos volvemos inútiles”.

Vivir llenos del Espíritu Santo no se trata de una experiencia única sino de una experiencia diaria. ¿Quién de nosotros podría decir que no necesita la ayuda del Espíritu para vencer las tentaciones? O ¿quién podría decir que ya tiene el conocimiento suficiente para hacer decisiones sin Su guía? Y si se trata de servir, ¿podemos acaso dar respuesta y solución a todas las necesidades? El Señor sabía que no lo lograríamos solos, por eso envió al Espíritu Santo.

Estamos viviendo tiempos cada vez más difíciles. Las presiones se suman diariamente en nuestras familias, trabajos y relaciones. Sin embargo, Dios no nos ha llamado a sobrevivir a estos tiempos, sino a ser hombres y mujeres que mostremos evidencias del poder de Dios en donde estemos.

No debemos conformarnos con menos de lo que el Señor nos prometió. Él puede avivar esa llama que parece extinguirse y hacer que Su fuego arda en nuestras vidas. ¿Cuántos se atreverían a decirle al Señor: «¡Hazlo de nuevo y comienza conmigo!»?

Cortesía Alexandra Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

compartir por messenger
compartir por Whatsapp