“Hagamos el bien sin desanimarnos, porque si continuamos con nuestro esfuerzo, Dios nos premiará a su debido tiempo” (Gálatas 6: 9)
Dios no olvida. Incluso, si nos olvidamos de nosotros mismos, Él no olvida nada. Nuestras lágrimas, nuestros suspiros, nuestros esfuerzos, nuestra participación, nuestra obediencia; todas estas cosas son semillas que si perseveramos, obtendremos una buena cosecha en el futuro. ¿Cuándo? No lo sabemos, nadie lo sabe, pero Él sí lo sabe.
Él promete en Su Palabra que si seguimos actuando con buen corazón y le servimos celosamente, en el momento adecuado, tendremos nuestra cosecha. La Biblia nos dice en otro pasaje que Dios no hace favoritismo. Entonces, si Josué, Sara, Abraham, Job y Pablo tuvieron el testimonio de que todo lo que Dios promete se cumple, ¿Por qué nosotros no? Al igual que ellos, nosotros también somos sus hijos, también somos herederos de Cristo, también somos amados. Entonces veremos con nuestros propios ojos que lo que Él dice se hace manifiesto. Es solo cuestión de tiempo y paciencia.
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