“Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido”. Salmo 63:7-8.

Hay tiempos difíciles de sobrellevar que simbólicamente representamos como desiertos. Nos sentimos solos, tratando de ocultarnos de los ataques del enemigo, no vemos mucha vida a nuestro alrededor, no hay agua suficiente para apagar la sed de nuestra alma, no escuchamos ninguna voz más que la nuestra y parece que estamos a punto de desfallecer.

Entonces nos preguntamos: ¿De dónde puedo obtener la fortaleza para atravesar valles de muerte, de tristeza, de pérdidas, de frustración? David nos da la respuesta: “Tu diestra me ha sostenido”. Es la mano de Dios tomando la nuestra, levantándonos, sosteniéndonos y guiándonos a través del desierto hasta llegar al próximo oasis.

Su diestra nos ha “sostenido”. Esta palabra en hebreo es tamák que significa “sustentar, agarrar, mantenerse apegado, ayudar, seguir de cerca, asir, conducir”. Cuando nos tomamos de la mano de Dios, Él no nos suelta nunca, su mano firme nos asegura que no estamos caminando solos y que Él nos conducirá a través de las situaciones que nos toque atravesar.

El Señor nunca está ajeno a lo que nos sucede y nos entiende. De hecho, Jesús pasó también por un desierto, cuarenta días sin tener qué comer y siendo tentado por el diablo. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” (Hebreos 4:15). Jamás te deja solo en tus luchas y quebrantos.

La presencia de Dios no significa solo compañía, Él quiere intervenir en nuestra vida para ayudarnos. El salmista David pudo experimentar la ayuda de Dios cada vez que le buscó. Cuando las situaciones se volvían difíciles, sentía el cuidado sobrenatural como “la sombra de sus alas”. Sabía que Dios estaba tocando su alma y su ánimo era levantado a tiempo.

Renueva tu mente y tu corazón recordando las palabras con las que el Señor quiere hablar hoy a tu vida.

“Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás…” (Salmo 138:7ª).

“Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano.” (Salmo 139:5).

“Tuyo es el brazo potente; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra.” (Salmo 89:13).

“Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano.” (Salmo 37:24).

Extiende tu mano hacia el cielo y dile al Señor: “¡Sé que tu diestra me sostiene!”

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

compartir por messenger
compartir por Whatsapp