“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.” Juan 11:1,3,6.

Los “retrasos” de Dios no existen. Lo que nosotros creemos que debe suceder aquí y ahora, normalmente no se ajusta al plan y propósitos que el Señor espera cumplir.

Jesús tenía un amigo que se llamaba Lázaro que enfermó gravemente. Cuando el Señor se entera de la situación, en lugar de salir corriendo, espera dos días más… ¡hasta que Lázaro muere! Pero lo que nosotros podríamos juzgar como un “retraso”, no lo era para el Señor. Él mismo le explica a sus discípulos el propósito de la espera: “Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (v. 4). Parece que no todos entendieron estas palabras porque iban con miedo hacia Betania porque los religiosos querían matar a Jesús.

El desenlace de esta historia es maravilloso: Jesús resucita a su amigo, manifiesta una vez más que es el Hijo de Dios y el milagro trae gloria al Padre. Valió la pena la “tardanza”.

Dios sabe lo que hace y los aparentes retrasos tienen un propósito cuando nuestras vidas dependen de Él. Tal vez hoy comenzaste tu día con demoras inesperadas, no te angusties, el Señor está en control. Él es soberano sobre todo, en el cielo y en la Tierra y “…guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre.” Salmo 121:8.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

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