“Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No… Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan… Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado”. Juan 21:5,9,13.

Jesús fue abandonado por los discípulos en sus momentos más críticos. Después de que Judas le traicionara, los que habían prometido seguirle hasta la muerte huyeron. Pedro le negó, Tomás estaba dudando sobre qué hacer, Simón el Zelote, que se suponía era el más celoso y valiente, no hizo nada a favor de su Maestro.

Para empeorar las cosas, los discípulos volvieron a sus tareas de pescadores, olvidando todo lo que les había dicho el Señor. Sin embargo, Él los fue a buscar al lago donde estaban pescando e hizo algo inesperado: les preparó un desayuno. ¡Qué amor inquebrantable el de Jesús!

Ese desayuno fue restaurador. El Señor compartió la comida y un tiempo íntimo con ellos. Todos podían ver en los ojos de Jesús su perdón. Su mirada desprendía gracia, amor y misericordia. Una sola mirada del Maestro era suficiente para recordarles que sus planes seguían en pie.

Muchas veces no estamos tan lejos de la realidad espiritual de los discípulos. Durante las presiones le abandonamos, no le hemos creído a la hora de actuar con fe, le negamos más de una vez para salvar nuestro pellejo. Sin embargo, el amor de Jesús nunca cambia. Nos sigue perdonando y nos toma de la mano para seguir adelante. ¡Gracias Jesús!

Hoy el Señor quiere “desayunar” contigo. Puede ser que te hayas alejado del Señor, sin embargo, sigue extendiéndote sus manos para levantarte y acercarte a Él. Solo está esperando que aceptes su invitación. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. (Apocalipsis 3:20).

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

compartir por messenger
compartir por Whatsapp