“Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.” Números 21:4-5.

Israel fue alimentado directamente por Dios con maná, el pan celestial que tenía la apariencia de “semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel.” (Ex. 16:31). ¡Este pan era provisto de manera maravillosa, con “entrega a domicilio” cada 24 horas! ¿Quién podría quejarse de este catering celestial? Bueno… después de casi cuarenta años de fiel provisión, llegó un día en que el pueblo se quejó. Pero no se quejó porque las raciones eran más pequeñas, o tenían sabor artificial… El pueblo se quejó por desánimo.

La palabra “desanimar” en el original significa “angustiar, desalentar, impacientar”. Habla de ser corto de espíritu, impaciente. Y lo que produce esta impaciencia de ánimo es el fastidio. Esta palabra en hebreo significa “estar fatigado de una situación que genera ansiedad, angustia, cansancio, sentirse enfermo, al punto de aborrecer”. ¡Muchos sentimientos juntos en una sola palabra!

Aunque no estamos en un “desierto” como Israel, puede ser que nos comencemos a sentir como si estuviéramos en uno. Cada día nos parece igual al otro. Abrimos la Biblia y nos “sale” el mismo versículo. Recibimos los mismos consejos… Y todavía no hay señal de la “tierra prometida”, no vemos ninguna señal de cambio. Entonces empezamos a desanimarnos al punto de murmurar y quejarnos porque pensamos que Dios no está haciendo nada.

La solución para esto es la alabanza. No me refiero a cantar, sino a encontrarnos con el Señor a través de la adoración. Un gran predicador del siglo XIX dijo en una oportunidad que: “Cantar y dar gracias siempre será una farsa a menos que estemos completamente persuadidos de que Dios es nuestro Padre y nos ama con un amor perfecto”. Si estás seguro de esto, entonces es imposible no alabarle y seguir confiando en Él a pesar de las circunstancias.

“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios…”. Salmo 40:1-3.

Cortesí­a Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

compartir por messenger
compartir por Whatsapp