«Amado Padre celestial, hoy vengo a ti como el hijo pródigo, humillado y avergonzado por mis malas actitudes, pero anhelando tu perdón, misericordia y salvación. Me postro ante tu presencia y ruego porque me limpies de todos mis pecados, me hagas recordar mi identidad en ti y me vistas con vestiduras limpias. Reconozco mi Señor que no lo merezco, pero tu amor y misericordia es más grande y por ello hoy clamo a ti. Tómame nuevamente en tus brazos de amor, renueva mis fuerzas, lléname con tu Santo Espíritu y guíame nuevamente en tu voluntad buena, agradable y perfecta. Amén.»

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