“Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” Marcos 4:38.

Los discípulos habían iniciado la travesía de cruzar el lago Genesaret con Jesús. De pronto, sucede algo inesperado: una tormenta. Se generó tan rápido y era tan intensa que no supieron qué hacer. Mientras tanto Jesús dormía muy tranquilo.

¿Y ahora qué hacemos? Los discípulos comenzaron a clamar al Señor con desesperación. No tuvieron ningún problema en despertarlo. Sabían que de esta solo los salvaba el Maestro.

¿Cuántas veces hemos sido sorprendidos por tormentas? Todo parece estar en calma y de repente, “el viento y las olas” empiezan a golpear nuestra vida. Entonces surge la pregunta: “¿Y ahora qué hacemos?”. La respuesta es: Clamar. En la Biblia, clamar se refiere a hablar de manera audible con gran sentimiento acerca de una necesidad urgente. Eso fue lo que hicieron los discípulos.

Cuando enfrentamos un problema lo más natural es intentar solucionarlo. Sin embargo, el Señor nos enseña una manera diferente de manejar las “tormentas” y es buscando refugio y auxilio en Él.

La Palabra de Dios nos asegura que el Padre celestial escucha nuestro clamor y responde. En el Salmo 3:4 leemos: “Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió…”.

Recuerde: Dios está en su trono. Salmo 11:4. Dios dijo que actúa cuando ponemos nuestra confianza en Él. Hebreos 11:6. Dios nunca desampara a sus hijos. Mateo 28:20.

Si su corazón está turbado, clame al Señor. Sepa que está ante la presencia de Aquel que es su poderoso protector, capaz de socorrerlo en cualquier tormenta.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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