“Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”. Apocalipsis 5:9.

El apóstol Juan, desterrado en la isla de Patmos, recibió la última y sorprendente revelación de los planes eternos de Dios. En un momento vio la gloria celestial, el trono de Dios y escuchó la alabanza de los salvados de todas partes del mundo.

El apóstol dice que es un cántico nuevo, nunca antes escuchado. Se trata de la alabanza de los redimidos. La única redención es la que hizo Jesucristo en la cruz. Con su sangre pagó el precio de nuestro rescate. Tan alto es el valor de su sacrificio que ya no queda nada por pagar, ni nada que agregar. En el Gólgota crucificó nuestros pecados y nuestra culpa. Somos libres por la fe en lo que el Señor ha hecho por nosotros.

Tú y yo hemos sido redimidos por Jesucristo. Su sangre en la cruz nos ha limpiado de todo pecado, de tal manera que Dios ya no se acuerda de ellos. ¡Bendito olvido intencional! Ya no se necesitan más sacrificios. Ya no más flagelación, auto castigos, rígidas disciplinas. Solo la gracia de Dios ha hecho posible nuestra relación con Él.

¿No te parecen suficientes razones para alabar y adorar a Cristo por toda la eternidad? Cuando estemos todos juntos en el cielo seremos parte de ese coro celestial; un coro que reunirá voces “de todo linaje y lengua y pueblo y nación”.

Nos estamos preparando para ese día, “ensayando” alabanzas a nuestro Redentor. ¡Qué glorioso será ese encuentro!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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