“Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado”. Lucas 17:34-36.

Jesús está hablando acerca del arrebatamiento de su pueblo, de aquellos que le aman y esperan su venida. Él dijo muchas veces que volvería otra vez, pero antes de que esto suceda, será necesario “tomar”, llevarse, quitar de este mundo a los justos para que no pasen por el juicio que vendrá sobre los pecadores.

El Señor dijo que no todos serán arrebatados en el día de la resurrección. Los que no han sido justificados por Cristo se quedarán. Todo sucederá muy rápido, “como un abrir y cerrar de ojos”. “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Puede suceder en cualquier momento; las señales ya están cumplidas. En un segundo pasaremos a la eternidad para disfrutar de todo lo que el Señor nos ha prometido.

Pensando en lo que sucederá, tengo dos preguntas para ti. Primero, ¿eres uno de los que se irán con Cristo? El Espíritu Santo es el que declara a tu corazón si eres parte del pueblo de Dios. Y segunda pregunta: ¿Qué sientes por los que podrían quedarse? Como dijo Jesús, muchos de tus familiares, compañeros de trabajo, amigos, pueden estar en este grupo, incluso aquel con quien duermes noche a noche. ¿Sientes tristeza por su condición o crees que no merecen ir con Cristo por todo el sufrimiento que algunos de ellos te han provocado?

Somos llamados a tener el corazón de Jesús. El Señor no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9b). ¿Qué podemos hacer por los que, por el momento, parece que se quedarán? En primer lugar, orar. Podemos interceder por ellos para que tengan un corazón dócil al escuchar la Palabra de Dios y que el diablo no ciegue su entendimiento.

En segundo lugar, podemos y debemos compartirles el mensaje de salvación. Los primeros instrumentos de Dios somos nosotros. Pidámosle al Señor que nos dé valor y ponga sus palabras en nuestra boca, el Espíritu Santo luego hará su trabajo convenciendo de pecado. No pierdas ninguna oportunidad, la venida del Señor está cerca.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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