“Y Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar.” 1 Reyes 4:29.

Todos sabemos que Dios le dio a Salomón sabiduría e inteligencia extraordinarias, pero quizás no hemos puesto atención a que también le dio “anchura de corazón”.

La persona que tenía un “corazón ancho” tenía una visión correcta de las cosas, sabiduría para ser aplicada en el momento oportuno y disposición para amar como Dios amaba.

Lo contrario a esto es tener un corazón estrecho. Muchas cosas pueden llevar a alguien a estrechar su corazón; pueden ser experiencias desagradables del pasado, miedo a la desilusión, vergüenza. Estas y otras cosas le roban el lugar a la esperanza, la generosidad, la paciencia que ayudan a ensanchar el corazón.

Cuando le entregamos nuestra vida a Cristo comienza un proceso de transformación (Ezequiel 36:26). Él comienza a ensanchar nuestro corazón para llenarlo con su amor (1 Juan 4:18).

El corazón ensanchado nos permite aplicar más y mejor la Palabra de Dios a nuestra vida. En el Salmo 139:32 leemos: “Por el camino de tus mandamientos correré, cuando ensanches mi corazón”. Estas palabras nos dan a entender que con un corazón ancho es más fácil vivir bajo los mandamientos de Dios.

El corazón ensanchado puede amar más allá de los límites humanos. El apóstol Pablo lo expresó a sus hijos espirituales de esta manera: “Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado.” (2 Co. 6:11). Este hombre de Dios podía amarlos de manera incondicional, abnegada, constante, porque tenía el corazón abierto para que el Señor lo llenara de su amor por ellos.

No es suficiente la inteligencia y la sabiduría, el Señor quiere que tengamos su mismo corazón, sensible, dócil, atento a las necesidades y a amar como Él nos ama. Pidámosle hoy al Señor que ¡ensanche nuestro corazón!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Libro de devocionales «Tiempos de Refrigerio»
Adquiera el libro en Amazon

compartir por messenger
compartir por Whatsapp