“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” Lucas 24:49.

Antes de ascender a los cielos, el Señor reunió a sus discípulos y les dio la orden de quedarse en Jerusalén temporalmente. Había un propósito en la espera, y era nada más ni nada menos que aguardar el descenso del Espíritu Santo que los iba a investir de poder. En otras palabras, Jesús les estaba diciendo: “No hagan nada antes de ser llenos del poder del Espíritu”. Era imposible cumplir la misión de ir por todo el mundo con el evangelio si no tenían el poder necesario.

Si lees los primeros capítulos del libro de Hechos, verás que los discípulos obedecieron a Jesús y después de diez días de estar orando juntos, el Consolador llegó a sus vidas con manifestaciones extraordinarios. Lee la historia en Hechos 2.

Ahora sí que estaban listos. Entonces comenzaron a predicar y compartir las buenas nuevas de Jesús… en Jerusalén. Y solo en Jerusalén. ¿Qué pasó con ir a predicar a todo el mundo? Bueno, de alguna manera estaban acomodados a Jerusalén, su trabajo estaba ahí, la familia, los amigos, los recuerdos de la infancia. Pero Jesús dijo que después de haber sido llenos con el Espíritu Santo debían ir más allá de lo conocido.

Tuvo que venir una persecución para que salieran de Jerusalén. ¡Ay! “En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles… Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hechos 8:1b,4).

Nosotros, aquí y ahora, tenemos la misma misión que los primeros discípulos, y también necesitamos ser llenos del Espíritu Santo. Sin embargo, debemos hacer nuestra parte, y es movilizarnos y no esperar que nos movilicen. Tenemos que salir de nuestra comodidad, lo conocido, nuestras cuatro paredes, para compartir el mensaje de Jesús a los que se pierden sin esperanza. No te conformes con “tu Jerusalén”. ¿No te está inquietando el Espíritu Santo?

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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