“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” Hebreos 11:8.

Abraham nunca le puso condiciones a Dios para obedecerlo. No hizo un pacto con Dios, fue Dios quien hizo un pacto con él. No estaba en condiciones de hacer arreglos con Dios, ni mejorarle los planes eternos. El Señor le dio una promesa incondicional y requería de él una fe incondicional. Para ello era necesario dejar su tierra, su parentela, su viejo estilo de vida, y aprender a depender de Dios diariamente.

La fe incondicional de Abraham lo llevó a obedecer y Dios cumplió la promesa de bendecir a todas las familias de la tierra a través de su descendencia porque encontró en él a un hombre dispuesto a creer pase lo que pase.

Pensando de manera lógica, si Dios que es eternamente sabio y fiel hizo un plan y nos da una promesa, ¿por qué deberíamos añadir alguna condición? Solo nos resta obedecer y estar a la expectativa de lo que hará.

La fe condicional no es fe. Cuando ponemos condiciones estamos manifestando dudas, temor, inseguridad, desconfianza, incredulidad. Para que nuestra fe sea verdadera debe estar despojada de todo esto y confirmada por nuestra obediencia a lo que Dios nos dijo.

Abraham era tan humano como nosotros, y si él pudo caminar con Dios por la fe, nosotros también podemos. Él es un ejemplo digno de imitar. “Por lo tanto, sepan que los descendientes de Abraham son aquellos que viven por la fe.” (Gálatas 3:7). También leemos en la Biblia que nosotros tenemos mejores promesas (Hebreos 8:6) y que en nosotros reside el Espíritu Santo para capacitarnos con poder y afirmar nuestra fe. (Juan 14:17).

¿Cómo está tu fe? ¿Consideras que es condicional o incondicional? ¿La confianza y la seguridad en el Señor caracterizan tu vida?

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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