“Hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. Dame, pues, ahora este monte…” Josué 14:10b-12a.

¿Aceptarías el reto de una persona de 85 años para competirle en una pulseada? “No te metas con Caleb… -te dirían en Judá- las apariencias engañan. Este anciano conquistó Hebrón”. Si conoces la historia, Caleb no peleó contra los habitantes más débiles del lugar, ¡se enfrentó a gigantes! Los mismos que cuarenta años atrás intimidaron a los israelitas para que no entraran a la tierra prometida.

Un hombre extraordinario, una persona en quien había un espíritu diferente (Números 14:24). Definido por Dios mismo como “mi siervo”.

¿Qué lo hacía tan especial? Su fe en Dios y en sus promesas. Si el Todopoderoso decía que iban a conquistar Canaán, para él eso era suficiente; solo había que avanzar. Si Dios dijo que tenían que esperar cuarenta años para entrar a la tierra prometida, entonces había que esperar. Pero a la hora señalada por Dios, había que volver a la línea de batalla y conquistar la promesa.

Si te sentaras a tomar un café con Caleb, el tiempo te pasaría demasiado rápido. No querrías dejar de escuchar sobre sus conquistas, los milagros y las intervenciones de Dios para librarlo de situaciones comprometidas. Caleb te diría con una gran sonrisa: “Dios está conmigo. Yo le creí y Él jamás me dejó avergonzado”.

Su familia aprendió de su fe y contagió su valentía a cada uno de sus parientes. Después que murió Caleb, Dios levantó a uno de sus sobrinos para que fuera juez en Israel (Jueces 1:11; 3:9-11). Tremenda familia, generación de creyentes valientes que sabían confiar en el Señor.

Hoy más que nunca necesitamos “Calebs” que no le teman al enemigo, que le crean a Dios hasta las últimas consecuencias, que estén dispuestos a hacer realidad las promesas de Dios y que proclamen su glorioso Nombre. El mundo necesita verdaderos líderes que sepan hacia donde van y proclamen la verdad. ¿Eres uno de ellos?

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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