“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” Romanos 8:1

Antes de conocer a Cristo estábamos condenados. Nuestros pecados evidenciaban que no podíamos tener una relación con Dios y estábamos alejados de sus planes eternos. Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador, lo reconocimos como Hijo de Dios y Señor de nuestra vida, entonces todo cambió. Nos dio una nueva vida, el Espíritu Santo vino a morar a nuestro espíritu, nos inscribió en el Libro de la Vida y nos dio como destino una eternidad junto a Él. ¡Qué tremenda ha sido la obra del Señor!

Pero la obra de Cristo no quedó terminada el día que lo aceptamos como Salvador. El apóstol Pablo, en Romanos, nos dice que la clave es estar “en” Cristo, en presente continuo, en una relación permanente con Él. La evidencia de esto es que no andamos “conforme a la carne”. Obviamente aquí hay un simbolismo. La “carne” se refiere a nuestra baja naturaleza viciada por el pecado, los malos deseos que nos llevan a desobedecer a Dios, nuestros pensamientos contaminados por nuestro viejo estilo de vida sin Jesús. Si decimos estar en Cristo, pero seguimos viviendo como antes de conocerlo, deberíamos preguntarnos si realmente le entregamos nuestra vida a Él.

Nosotros vivimos “conforme al Espíritu”, eso significa que vamos siendo transformados por el Espíritu Santo en la medida que obedecemos su voz y lo que dice la Palabra de Dios. Nadie llegará a ser perfecto en la tierra y tampoco la transformación se produce en un día, pero sí debemos ver cambios en nuestra vida que nos indiquen que le estamos dando lugar al Espíritu para transformarnos.

El desafío es diario. No podemos volver atrás porque sabemos que significa perdición. Hacia adelante y en Cristo está nuestro destino eterno. Observa todo el párrafo de Romanos 8:1-27 y podrás descubrir aquellas cosas que nos ayudan en nuestro crecimiento como hijos de Dios:

– V. 5. Pensar en las cosas del Espíritu.

– V. 6. Ocuparse en las cosas que nos edifican espiritualmente.

– V. 14. Buscar la guía continua del Espíritu para cualquier decisión.

– V. 15. Relacionarnos con Dios como nuestro Padre que nos ama incondicionalmente.

– V. 18. Recordar que somos coherederos con Jesús de todas las cosas.

– V. 26. Orar en el Espíritu Santo y escuchar lo que tiene para decirnos.

Estas son algunas de las cosas que debemos poner en práctica, comenzando ahora mismo. Si lo haces, los resultados estarán a la vista. Recuerda, el Espíritu Santo es tu Ayudador.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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