“Y fueron ayudados contra ellos, y los agarenos y todos los que con ellos estaban se rindieron en sus manos; porque clamaron a Dios en la guerra, y les fue favorable, porque esperaron en él.” 1 Crónicas 5:20.

Era tiempo de conquista. Había que poner en práctica la teoría aprendida en los últimos cuarenta años en el desierto. Ya no estaba Moisés, ahora había que moverse por la propia fe en lo que Dios había dicho. Cada una de las tribus tenía que apoderarse de la tierra que le había tocado. ¿Cómo conquistar la tierra de moradores que la conocían a la perfección? La respuesta estaba en Dios. Debían confiar en el Todopoderoso, no se podía negociar la dependencia de Dios.

Al depender del Señor, Él les era “favorable”. Esta palabra en hebreo es atár que significa “recibir el aroma del incienso que se consume durante la adoración, oír la oración, intercesión y súplica; ser clemente, ser propicio”. Observa que Dios responde a los que le enaltecen, le adoran, le claman confiando en Él. Ya no quemamos incienso, porque ahora son nuestras oraciones en el nombre de Jesús las que llegan al mismo trono de Dios.

Al igual que con Israel, Dios quiere glorificarse en cada batalla de nuestras vidas. No podemos confiar en nuestros propios recursos, en nuestras fuerzas, inteligencia, estrategias. Tampoco en nuestra experiencia y preparación. Necesitamos someternos totalmente a Dios, a tal punto que Él sea nuestra única alternativa, esperanza, dirección. Dios es favorable a todos los que confían en Él.

Cuidado con el orgullo, puede llevarnos a cometer errores en cualquier momento. La humildad nos sujetará a los planes del Señor. La autosuficiencia no nos conduce a la victoria espiritual nunca. El sometimiento es el paso necesario para después darle la gloria a Dios por nuestras victorias.

Hay muchos de los que nos rodean que “confían en sus ‘carros de guerra’, otros confían ‘en sus caballos’, pero nosotros sólo confiamos en nuestro Dios”. (Salmo 20:7).

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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