“Por lo cual, asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano”. 1 Corintios 15:2.

¡Qué maravilloso fue el día en que recibimos a Jesús como Salvador y Señor de nuestra vida! Experimentamos perdón, liberación de la culpa, paz, gozo por sabernos hijos de Dios. Pero eso no fue todo. Sabemos por la Biblia que ese día fue solo el inicio de nuestro crecimiento espiritual, transformación personal y vivir experimentando la presencia y poder del Señor diariamente.

Si todo esto está siendo realidad en nuestra vida, significa que hemos “retenido” la Palabra de Dios que fue sembrada en nuestro corazón. En griego, retener es el vocablo katéjo que significa “sostener, sujetar, mantener firme, apoderarse”. Es hacer propio lo que se ha recibido. Muchos reciben un regalo pero no se apropian de él. Esta palabra nos dice que debemos agarrar la Palabra como si se hubiese escrito para nosotros. La Palabra de Dios es para ti y debes conservarla en tu corazón.

¿Será posible que alguien después de haber escuchado el tremendo mensaje de salvación no lo retenga? Jesús dijo que sí. Cuando explicó la parábola del sembrador, dijo que una parte de la semilla “cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron” (Marcos 4:4) y eso simbolizaba a quienes, después de oír la Palabra, permiten que Satanás quite lo que se sembró en sus corazones. (Mr. 4:15).

El diablo es el enemigo número uno de Dios, su pueblo y la Palabra. Hará todo lo posible por quitar de nuestro corazón las palabras que nos habla el Señor. Él susurra a nuestros oídos: “Esa palabra no es para ti, es para un cristiano más maduro”. Otras veces nos genera temor: “Si crees a esa Palabra, te van a venir más pruebas”. Incluso mal interpreta la Palabra: “Ese versículo era solo para Israel”. ¡Y adiós a la palabra sembrada!

El antídoto contra los ponzoñosos ataques del diablo es nuestra fe en lo que Dios ha dicho. “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” (Santiago 1:21).

¿Qué te ha hablado Dios a través de su Palabra? ¿Qué promesas te ha dado y aún no puedes creer? Retén y cree lo que Dios te habló porque ciertísimamente Él cumplirá su palabra.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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