“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.” Salmo 34:18

¿Puede un cristiano tener el corazón quebrantado? Por supuesto. “Quebrantado”, del hebreo shabár, significa “dañado, partido, derribado, roto”. Las enfermedades físicas, tanto nuestras como de nuestros seres queridos nos quebrantan. Las pérdidas nos derriban. La rebeldía de un hijo nos destroza. Las presiones externas nos dañan. Sí, a cualquiera le puede pasar.

En esos tiempos, las emociones nos juegan malas pasadas. Podemos sentirnos estupefactos, enojados, tristes, ansiosos, temerosos, frustrados. La esperanza empieza a desvanecerse, las promesas parecen que no se cumplen. ¿Qué hacer? En un rincón del corazón se enciende una pequeña llamita de esperanza: Dios está cercano, y si hay una salida oportuna viene de Él.

La respuesta está en el versículo anterior: “Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias.” (Sal. 34:17). Los que tienen respuesta son los que “claman”. Esta palabra en hebreo es tsaác que significa “dar un grito desgarrador; dar voces, gritar, implorar, levantar la voz”. No parece para nada que fuera una oración silenciosa, tímida, introvertida. Es un grito de angustia que solo Dios puede entenderlo. Manifiesta una entrega total, sin importar nada más que su respuesta. Parece que el mundo desaparece en esa oración y solo queda el que clama y su Dios.

Dios oye el clamor de sus hijos. Puede que no sean oraciones con fina homilética, argumentos bien desarrollados o palabras altisonantes, pero para Dios lo único importante es que sean oraciones que salen  del corazón y manifiestan confianza y dependencia de Él. ¡Qué descanso!

Si lees todo el salmo, te darás cuenta que Dios cambió el quebrantamiento en alabanza. El salmista dice: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca… Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (vs. 1,4). A pesar de las circunstancias, podemos alabar a Dios en todo tiempo. Incluso si las circunstancias no cambian enseguida, por la fe podemos bendecir a Dios y alabarlo porque hará una  salida.

Tu corazón necesita el verdadero descanso que está en Jesús. Clama a Él entregándole todas tus cargas y Él te levantará de tu abatimiento.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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