“Ataron mi vida en cisterna, pusieron piedra sobre mí; aguas cubrieron mi cabeza; yo dije: Muerto soy. Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel profunda oíste mi voz; no escondas tu oído al clamor de mis suspiros. Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas. Abogaste, Señor, la causa de mi alma; redimiste mi vida”. Lamentaciones 3:53-58.

La fidelidad de Jeremías a Dios y a Su Verdad era bien conocida. Los sufrimientos de este hombre de Dios por causa de su ministerio son innumerables. Su predicación iba dirigida al corazón y la conciencia del rebelde pueblo de Judá. No había manera de callarlo. Incluso creyeron que metiéndolo en una cisterna terminarían con él. “Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.” (Jeremías 38:6).

La descripción que hace Jeremías de ese lugar es “cárcel” profunda. En hebreo es bor que significa “prisión, abismo, fosa, mazmorra, sepultura”. Literalmente, ese pozo profundo estaba a punto de convertirse en su sepultura.

No es necesario estar en una cisterna para llegar a sentirnos como Jeremías, encerrados, en el fondo de un pozo, a oscuras y creyendo que ya no hay salida. El profeta podría haberse dejado vencer, sin embargo decidió clamar a Dios por liberación y fue escuchado.

Lo primero que Dios le dijo fue: “No temas”. Cuando realmente le entregamos a Dios nuestra situación debemos confiar en su ayuda. Entonces su paz sobrenatural se apodera de nosotros y podemos estar seguros de que Su ayuda está en camino.

Por la providencia divina, unas personas con temor de Dios fueron movidos para sacar a Jeremías de la cisterna, y de esa manera su vida fue preservada. “Y dijo el etíope Ebed-melec a Jeremías: Ponte estos trapos debajo de tus axilas para protegerte de las sogas. Y lo hizo así Jeremías. De este modo sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna” (Jeremías 38:12).

Si te encuentras en un “pozo oscuro”, clama a Dios. Él vendrá en tu ayuda, te levantará con su poder y otra vez podrás sentirte seguro. Las manos de Dios están extendidas hacia ti en este momento.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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