“El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo.” Proverbios 11:13.

¿Conoces a alguna hermana Cleta (personaje de ficción)? A ella le encantan los chismes. Siempre está donde otros nunca han llegado. Cuando te enteras de algo, ella ya puede darte todos los detalles de lo sucedido. No es omnipresente, pero está donde no debería estar. Ahora también toma fotografías e incluso graba conversaciones con su celular. Su frase preferida es: “Te cuento esto, pero no se lo digas a nadie”.

¿Por qué nos gusta tanto meternos en la vida de los demás? ¿Qué seducción hay en saber la vida de otro? Lo cierto es que el chisme es parte de la vieja naturaleza que debemos someter al Espíritu Santo.

A Dios no le gustan los chismes. Ya lo dijo claramente en Levítico 19:16: “No andarás chismeando entre tu pueblo.” Sí, ya sé, Cleta hubiera dicho: “Pero yo no chismeo entre el pueblo, chismeo afuera del pueblo…” ¡Es lo mismo! A Dios no le agrada que un hijo suyo ande husmeando en la vida de otros. Demasiado tenemos con nuestra propia vida como para encargarnos de los demás.

Quizás digas que el chisme no es tu debilidad, y puede que sea cierto. Pero cuando hablamos mal de otro y no está presente, eso se transforma en chisme. Deberíamos pedir perdón a Dios por ese pecado y proponernos no caer en esa trampa del diablo.

Dice el proverbio que leímos que lo opuesto al chismoso es la persona de “espíritu fiel”. En contraste con el que desesperadamente quiere descubrir secretos y contárselos a los demás, está la persona que manifiesta el fruto de fidelidad. Sabe que cada uno rendirá cuentas a Dios por lo que haya hecho, dicho y pensado, y está dispuesta a “cubrir las faltas” de su prójimo en vez de publicarlas.

Sé un hombre o una mujer de espíritu fiel sometido al Espíritu Santo. Cuando alguien te cuente algo sobre otra persona, respóndele: “Vayamos juntos a verle para tratar este asunto y oremos por él”, verás que de esa manera el chismoso quedará al descubierto.

Recordemos que nuestras palabras y acciones pueden impactar positiva o negativamente a las personas. Por eso debemos asegurarnos de hablar siempre la verdad con amor y sabiduría. Que otros puedan reconocer en ti a una persona digan de confianza.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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