“Como grandes multitudes lo seguían, Jesús se volvió a ellos y les dijo: «Si alguno viene a mí, y no renuncia a su padre y a su madre, ni a su mujer y sus hijos, ni a sus hermanos y hermanas, y ni siquiera a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Así también, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.” Lucas 14:25-27,33.

Los nuevos influencers reciben miles y hasta millones de “me gusta” por sus fotos, comentarios y videos en internet. No conozco a ninguno que quiera reducir su número de seguidores usando filtros que no le agradan al público. Todo gira entorno a lo que otros quieren ver o escuchar. Hoy por hoy el mensaje está condicionando por los “likes”.

¡Qué diferente el ejemplo que nos dejó Jesús! Él nunca dijo lo que la gente quería escuchar, sino lo que necesitaba escuchar. Él no vino a remendar un sistema quebrado y corrompido, ¡vino para mostrar el único camino de salvación y a hacer todo nuevo!

Pero para que la obra de Cristo tenga efecto, no solo es necesario recibirlo en nuestro corazón como Salvador, sino “renunciar” a todo por obtenerlo todo en Él. Cuando Jesús habló de “renuncia” usó la palabra apotásomai que literalmente significa “decir adiós”. Es decir, despedirse de los remiendos que nos ofrece el mundo para encontrar en Cristo el rumbo y satisfacción verdadera y eterna.

Muchos “discípulos likes” se alejan a la hora de renunciar a todo por seguir a Cristo. “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?” (Juan 6:66-67).

Solo los verdaderos discípulos se quedan y perseveran a su lado. Así lo expresó el apóstol Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna”. (Juan 6:68).

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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