“Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová.”

¿Sabes quién escribió estos versículos? ¿Recuerdas en qué situación fueron escritos? Hum… te daré algunas pistas: no fue David ni Salomón. Tampoco fue Asaf ni los hijos de Coré. Si piensas que fue Moisés… tampoco. ¿Quién fue entonces?

Quizás te sorprenda descubrir que esta expresión de alabanza fue escrita por… ¡Jonás! ¡Sí, el profeta que fue tragado por un gran pez! Sus palabras quedaron registradas en Jonás 2:6,7,9 y fueron expresadas mientras se encontraba en el vientre del pez. Fue allí donde reaccionó y se dio cuenta de que había desobedecido a Dios; y luego que hubo orado, ¡el pez lo vomitó en la tierra a la que no quería ir, Nínive!

El profeta conocía muy bien la ley, los mandamientos, y las demandas divinas para que su pueblo fuera “luz a las naciones” y que en la simiente de Abraham fueran benditas todas las familias de la tierra. Pero se mantuvo cerrado y con deseos de venganza. Realmente no quería que los ninivitas fueran salvos. ¡Él quería condenación y castigo! Así fue como terminó en el vientre del pez, pero después de 3 días pudo reconocer que “la salvación es del Señor” y había que compartirla.

No juzguemos tan rápido a Jonás. Nos parecemos bastante a la hora de tener que compartir el evangelio a los que nos hacen la vida difícil, los burladores, los soberbios, los violentos… ¿También hay que predicarle al jefe desconsiderado? ¿Y al vecino insoportable? Bueno… Jonás después de reconocer lo que Dios esperaba de él fue a Nínive, predicó la Palabra y esa generación se arrepintió de sus pecados.

Quiera Dios que reaccionemos a tiempo frente a su llamado de compartir la Palabra con los que lo necesitan. Gracias a Dios que hoy no nos mueve a través de algún monstruo marino, pero quizás podamos descubrir que Él sigue creando oportunidades para que compartamos el mensaje de salvación.

Piensa por un momento, ¿dejaste pasar alguna oportunidad para ayudar a alguien en los últimos días? ¿Te encontraste con alguien que te dijo que se sentía solo, deprimido o con ansiedad? Mira, hay algunas oportunidades que no volverán nunca más, y puede que luego sea tarde para hablarles de Cristo. Si el Espíritu Santo te mueve a hablarle a alguna persona de Cristo, solo obedece y verás que Él te dará las palabras para hacerlo. “…no se preocupen por lo que deben decir, sino sólo digan lo que en ese momento les sea dado decir. Porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu Santo”. (Mr. 13:11).

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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