“Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.” 2 Tesalonicenses 3:5.

Habrás escuchado la vieja frase que dice “sigue tu corazón”. Ese consejo significa que, si vas a tomar una decisión, tómala en base a lo que sientes, a lo que más te guste, a tus deseos.  Lamentablemente, al seguir este consejo, solo tomamos malas decisiones y después sufrimos las consecuencias.

¿Sabes lo que dice la Biblia del corazón humano? “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). ¡Ay corazón…! Si es engañoso, no es posible tomar decisiones solo en base a lo que sentimos.

El deseo del apóstol Pablo es que Dios “encamine” nuestros corazones. Esta palabra en griego es el vocablo kateudsúno que significa “enderezar totalmente, dirigir, gobernar”. Esta palabra se aplica a algo que va en dirección equivocada y hay que corregirle el rumbo, a una planta que no crece recta y hay que enderezarla, a un marinero que está desorientado y hay que dirigirlo a buen puerto.

Hay dos virtudes que necesitan ser “encaminadas” en nuestro corazón:

1. El amor. No podemos amar como ama el mundo porque el amor está condicionado a la satisfacción de los propios deseos. Para amar verdaderamente nuestro amor debe proceder de Dios, porque “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Cuando le conocemos y experimentamos su amor, entonces podemos amar como Él nos ama.

2. La paciencia. Las decisiones sabias se toman en el momento justo, ni antes ni después. Por eso necesitamos tener verdadera paciencia. La verdadera paciencia no es “contar hasta 10”, sino saber esperar el tiempo señalado por Dios.

Toma tiempo para analizar tu corazón. ¿Amas a Dios como Él te ama? ¿Amas a los demás con el mismo amor? ¿Y qué tal tu paciencia? ¿Sabes esperar las respuestas de Dios sin desesperarte? Permite que Dios encamine tu corazón.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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