Ayes sobre las ciudades impenitentes

20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: 21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. 22 Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. 23 Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. 24 Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.

Venid a mí y descansad

25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. 26 Sí, Padre, porque así te agradó. 27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Reflexión: Venid a mí y descansad (Mateo 11:25-30)

Jesús nos muestra que las verdades más profundas del Reino no son reveladas a los sabios arrogantes, sino a los humildes de corazón. Él alaba al Padre por revelar su voluntad a los sencillos, a los que se acercan con fe como un niño.

Y luego hace una de las invitaciones más tiernas y poderosas del evangelio: “Venid a mí todos los que están trabajados y cargados, y yo los haré descansar”. No es una religión lo que nos ofrece, sino una relación directa con Él. Un descanso profundo, que no depende de las circunstancias externas, sino de estar unidos a su corazón manso y humilde.

El yugo de Jesús no esclaviza, libera. Su carga no aplasta, da vida. ¿Estás cansado, confundido o angustiado? Hoy es el momento de venir a Él, entregarle tu carga y aprender a vivir en Su descanso.

¡Dios te bendiga!

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