La entrada triunfal en Jerusalén

21 Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

Decid a la hija de Sion:

He aquí, tu Rey viene a ti,

Manso, y sentado sobre una asna,

Sobre un pollino, hijo de animal de carga.

Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10 Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es este? 11 Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

Reflexión: El Rey humilde y esperado (Mateo 21:1–11)

Jesús entra a Jerusalén no como un conquistador en un caballo de guerra, sino como un Rey humilde montado en un pollino. La multitud lo aclama con palmas y mantos, gritando “¡Hosanna al Hijo de David!”, cumpliendo así la profecía anunciada siglos atrás.

Este momento nos recuerda que el Reino de Dios no se establece con violencia ni ostentación, sino con mansedumbre y justicia. Jesús es el Rey esperado, pero su reinado empieza en los corazones que le reconocen como Señor.

Las multitudes lo recibieron con entusiasmo, pero pocos días después muchos de esos mismos lo rechazarían. Así también hoy, es fácil aclamar a Jesús en los momentos de alegría, pero se necesita fe para seguirlo en la prueba.

Que cada día podamos abrirle las puertas de nuestra vida y proclamar con sinceridad: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

¡Dios te bendiga!

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