Institución de la Cena del Señor

17 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? 18 Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. 19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.

20 Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. 21 Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? 23 Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me va a entregar. 24 A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. 25 Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho.

26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. 29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

Reflexión: Jesús nos deja su presencia viva en la Cena del Señor (Mateo 26:17–29)

En este pasaje, Jesús no solo comparte una comida con sus discípulos: Él establece un acto sagrado que trasciende el tiempo. La institución de la Cena del Señor es el regalo de su presencia, su sacrificio y su amor entregado hasta la cruz.

Jesús sabía que sería traicionado, y aun así partió el pan, bendijo la copa y ofreció su cuerpo y su sangre por amor. Nos dejó un pacto nuevo, sellado con su sangre, que nos limpia y nos reconcilia con Dios.

Cada vez que recordamos este momento en la Santa Cena, renovamos nuestra fe, nuestra gratitud y nuestra esperanza. No es un simple símbolo: es el encuentro con el Dios que se dio por nosotros, y que un día compartirá con nosotros el banquete eterno.

Hoy, recuerda que Jesús sigue presente. Su amor no falla. Su sacrificio te alcanza. Dios te bendiga.

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