Arresto de Jesús

47 Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. 48 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ese es; prendedle. 49 Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. 50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron. 51 Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. 53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? 54 ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? 55 En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. 56 Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.

Reflexión: Jesús fue traicionado… pero eligió amar hasta el final (Mateo 26:47–56)

En el momento más oscuro, cuando llega Judas con una multitud armada, Jesús no se defiende, no huye, no maldice. A Judas lo llama “amigo”, y a sus discípulos les recuerda que no se gana nada con violencia. Su paz contrasta con el caos.

Él pudo pedir legiones de ángeles… pero eligió cumplir las Escrituras. Eligió entregarse por amor. No fue víctima del poder humano, sino vencedor por su obediencia.

Y cuando todos huyeron, Él se quedó. Fiel. Firme. Por ti, por mí.

Hoy, recuerda que Jesús no fue forzado a morir; Él se ofreció voluntariamente. En su entrega hay redención, y en su amor, esperanza.

Dios te bendiga.

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