Jesús es sepultado

42 Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo,[a] 43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. 45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José, 46 el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. 47 Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían.

Reflexión: El silencio del sepulcro (Marcos 15:42-47)

El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz y depositado en una tumba nueva. Todo parece haber terminado, pero en ese silencio descansa la semilla de la victoria. José de Arimatea, movido por la fe, se atreve a pedir el cuerpo del Señor. Mientras muchos huían, él se acercó con valentía y amor. Así también nosotros, en los momentos de oscuridad, somos llamados a cuidar nuestra fe y esperar, aunque no veamos señales. Porque el sepulcro no es el final: es el umbral del milagro.
¡Dios te bendiga!

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