El regreso a Nazaret

39 Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.

El niño Jesús en el templo

41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; 42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. 44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; 45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. 46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. 51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

Reflexión: Crecer en sabiduría y gracia (Lucas 2:39-52)

Jesús, aun siendo Hijo de Dios, vivió un proceso de crecimiento humano. Aprendió, obedeció y se fortaleció en sabiduría. En el templo, revela por primera vez su identidad: debe ocuparse de los asuntos de su Padre. Sin embargo, vuelve con María y José, y continúa su vida con humildad y obediencia.
Este pasaje nos enseña que la verdadera madurez espiritual no consiste solo en conocer mucho, sino en vivir con humildad y fidelidad diaria. María no comprendió todo, pero guardó en su corazón lo que vio y escuchó. Así también nosotros debemos aprender a confiar en lo que Dios hace, incluso cuando no lo entendemos.
Crecer en sabiduría es dejar que cada día nuestra vida refleje más la presencia de Dios.
¡Dios te bendiga!

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