“Disputadores son mis amigos; mas ante Dios derramaré mis lágrimas”.  Job 16:20.

Nadie soportó tantas pruebas en un solo día como Job. Después de haber perdido todos sus bienes, sus criados, sus hijos, su salud, llegan de visita tres amigos que se suponía venían a apoyarlo en el momento más difícil de su vida. Elifaz, Bildad y Zofar habían sido muy buenos amigos, llenos de conocimiento, sabiduría y disposición para escuchar, sin embargo, cuando vieron todo lo que le había sucedido a Job perdieron los papeles… No tuvieron discernimiento espiritual para entender que algo estaba sucediendo más allá de lo natural.

Los amigos de Job comenzaron a analizar los hechos desde sus perspectivas, juzgando, haciendo conjeturas y concluyendo que todo lo que había pasado era consecuencia de algún pecado de Job.

Por supuesto Job se analizó, pero ni su memoria ni su conciencia lo declararon culpable. Todo lo que sabía era que había amado a Dios con todo su corazón, había guardado sus mandamientos, había actuado con un corazón generoso, nunca había hecho mal a nadie y sus pecados habían sido perdonados por Dios. Pero sus amigos no le creyeron. Finalmente, Job dice que ellos eran disputadores que solo buscaban tener la razón. ¡Qué amigos…!

La palabra hebrea para “disputadores” es luts, que significa “hacer muecas, burlarse, mofarse; escarnecer, vanagloriarse, ridiculizar, que provoca profundo desprecio”. ¡Uf, qué fuerte rechazo y burla percibía Job! No es para menos, en ningún momento recibió de ellos el consuelo que necesitaba.

Job se dio cuenta que solo Dios podía ayudarle en su situación, si había una respuesta que le ayudara a entender lo que le estaba pasando no sería humana, debía venir del cielo. Y así fue.

A veces podemos pasar por pruebas que no entendemos. Todos sabemos que si hacemos cosas malas sufriremos las consecuencias, pero cuando vivimos agradando a Dios, sirviendo al prójimo, y de pronto nos suceden cosas inesperadas, incomprensibles, injustas, nos quedamos perplejos, no sabemos qué pensar o decir. En momentos así, debemos hacer lo que hizo Job: “Ante Dios derramaré mis lágrimas”.

Jesús nos entiende perfectamente. ¡Vaya si sabe de pruebas y cómo soportarlas! ¿Qué si sabe sobre la reacción de aquellos que se dicen tus amigos? ¡También! Así que podemos ir a Él seguros de que en su presencia encontraremos descanso, paz, consuelo y esperanza. En las tormentas de la vida, quienes se aferren al Padre celestial descubrirán que Él es real y fiel.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini Iglesia Cristiana Renacer Lynn

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