“Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”. Lucas 15:31-32

La parábola del hijo prodigo podemos dividirla en dos. En los versículos 11 al 25 se encuentra la historia del hijo menor que se fue de la casa y finalmente regresó arrepentido después de haberlo perdido todo. Y del versículo 25 al 31 tenemos la historia del hermano mayor que se enojó muchísimo por la fiesta que el padre había organizado para celebrar el regreso de su hermano.

¿Alguna vez te sentiste inquieto al ver que el Señor bendecía abundantemente a alguien que acababa de conocerle, y tú seguías esperando por algo que le habías pedido hace mucho tiempo? Si es así, puede ser que hayas sufrido el “Síndrome del Hermano Mayor”. Estos son algunos de los “síntomas”:

a. Enojo: Disgusto por la alegría de la familia espiritual al celebrar “demasiado” el regreso de un perdido.
b. Enfoque en sí mismo. Solo puede dar gracias por las bendiciones que él recibe.
c. Superioridad: Creer que sus acciones son mejores que las de los demás y merece una mejor recompensa.
d. Pérdida de la memoria: Olvida todos los beneficios recibidos.
e. Desprecio: Se aleja y juzga a los que el Padre ha aceptado.

Al juzgar incorrecto que Dios bendiga a alguien, estamos creyendo que Él se equivoca y que no debería mostrar tanto amor y misericordia con algunos, olvidándonos así que nosotros seguimos siendo objeto de su amor y misericordia aunque no lo merecemos.

Dios espera que nos gocemos por los perdidos restaurados, por los pecadores perdonados y bendecidos, por los descarriados que han vuelto a casa, y que participemos de la fiesta.

¡Celebra las bendiciones que el Padre da a otros y gózate por su gracia abundante!

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
Iglesia Cristiana Renacer en Lynn, MA

compartir por messenger
compartir por Whatsapp